Piensa en un pozo de agua, con una bomba manual, que utiliza una tubería para succionar el agua situada varios metros bajo tierra.
Para lograr que el agua llegue a la superficie, hay que mover la palanca de arriba hacia abajo con el fin de crear la succión necesaria que hará que el agua ascienda y salga por el caño.
Cuando empezamos una tarea, cogemos la palanca y empezamos a bombear con energía, a bombear sin parar, pero después de unos minutos (o varias semanas), cuando no vemos que sale el agua (los resultados), dejamos bombear.
Y es que no nos damos cuenta de lo mucho que cuesta crear el vacío necesario para que el agua llegue a la tubería y finalmente salga por el caño para llenar el cubo.
La bomba del pozo necesita tiempo, energía y constancia para succionar el agua. Y así, la gran mayoría abandona, pero los más sensatos siguen bombeando.
Los que perseveran y continúan bombeando, conseguirán finalmente unas gotas de agua. Y si siguen bombeando, no tardarán mucho en obtener un chorro continuo de agua.
Ahora que el agua ya fluye, no es necesario bombear tan enérgicamente o tan deprisa. Lo que hay que hacer para mantener la presión constante es bombear continuamente.
Pero claro, ¿qué ocurre si suelta la palanca demasiado tiempo? El agua se va al fondo, y hay que empezar el proceso otra vez. La única forma de volver a tener agua es bombear con energía otra vez.
¿Te suena el ejemplo de que empezamos una rutina con muchas ganas y con fuerza, conseguimos un pequeño éxito y enseguida cambiamos la marcha a punto muerto? Nos apuntamos a un curso, al gimnasio y estamos a tope durante un par de semanas o meses. Para luego abandonar y volver al punto de partida...
Y es que el problema aparece cuando aflojamos el ritmo. Para tener éxito, hay que aplicar hábitos y comportamientos positivos constantemente. Y eso no es tan fácil...